Los tesoros de Moctezuma.

Aquel que
le heredo las cualidades de la botánica le
hablo de una fruta prohibida. Una fruta con las mismas cualidades y características
de las plantas. Una planta que solo podían usar en nuestros tiempos los santos,
y en aquellos los dioses. Esa fue la última lección que su maestro le pudo
ensenar antes de dejarle en un camino en el que el ya no le podía seguir.
Conociendo casi
todo lo que se descubrió desde el principio de casi todas las cosas, sentía que
algo le faltaba. A su edad ya podía deducir algunas cosas.
Las plantas
se reproducen- decía- con tallos que brotan de la raíz o semillas que la misma
planta produzca. También sembrando el mismo fruto (aunque no en todos los
casos) funciona. Después de eso mueren, o tienen que morir para darle espacio a
una nueva. Pero las plantas no expresan sus sentidos o sentimientos si los tienen – se cuestionaba-. Nosotros sí. Reímos,
lloramos, nos quejamos de algo... el proceso nuestro debe de presentarse de
manera distinta, ya no hay mas variantes. Todo apunta a los sentidos (o
sentimientos diríamos hoy día).
Una tarde
en la que los cielos que lo vieron nacer se tornaron de un anaranjado melancólico,
mirándola la nada que hay mas allá del horizonte temió que su memoria pudiera
tener algún limite. Porque serian demasiados los recuerdos por guardar, y fue ahí
cuando bajo la mirada y miro a alguien que ya había visto. Pero esta vez la observo,
con un tono distinto en los ojos. Un escalofrío se le pronostico, pero nunca le
llego y se le juntaron las emociones en el vientre. Estuvo a punto de ceder al
impulso, pero bien supo guardar la calma.
Concluyó su
último pensamiento resolviendo que hay que plasmar los recuerdos en algo para
archivarlos y recordarlos con lujo de detalle. Cuando llego a donde estaba
ella, su cuerpo de inmediato regreso a donde ya estaba y no supo el cómo
adivino que ella estaba en la misma posición, pisando sus zapatos. Llegaron a
estar tan cerca que coincidieron, el en mirar hacia arriba y ella en mirar
hacia abajo. Sus labios se tocaron, ahí los dos conocieron los aires que
recorren todo el cuerpo llevándose sus estado natural dejándoles a cambio uno que
nunca habían sentido.
Nada de
esto le habían ensenado. El contacto de sus labios fue como las emociones que
ya habían sentido habían reservado sus bocas para convertirse en el epicentro de
todo lo nuevo que experimentaban. Los dos hubieran dado todo lo que tenían en
ese momento para congelar el tiempo y así no apartarse jamás uno del otro. Pero
en sus destinos estaba escrito que las distancias acercarían sus almas. Desde ese
momento Moctezuma no quiso dejarla en paz, porque su paz estaba al lado de
ella. Aunque no sabía que aquello nuevo e irreconocible para él le llamaron “Amor”.
En ese tiempo todavía no se le asignaba un fonema a esa sensación, carecía de
un término. Tampoco sabían que eso que sentían tarde o temprano se alimentaria
del dolor y el llanto de las personas que lo sienten y vives. Y como es
costumbre ya de este sentimiento, nada les importo. Perfeccionaron los besos y buscaron la
soledad.
Una tarde
como las que ya se habían pasado decidieron internarse en la naturaleza momentáneamente.
El placer de la compañía al principio fue suficiente. Buscaron en ese momento
aislarse de todo lo que conocían, para conocerse más. La copa de un árbol les serbio
perfectamente. El olor a verde vivo, las aves, el cielo, el clima y sus besos
le hicieron a Moctezuma llegar a una conclusión y le dijo.
“-sabes-
por las noches, entre las sabanas del deseo sonamos otro pacto con el amor para
olvidarnos porque nos duele tanto la vida...”

by ....p@k()
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